Una esfera de Dyson es una megaestructura hipotética propuesta en 1960 por el físico Freeman Dyson en un artículo de la revista Science titulado «Search for artificial stellar sources of infra-red radiation» (‘Búsqueda de fuentes estelares artificiales de radiación infrarroja’).
La esfera sería una cubierta esférica de medidas astronómicas, con un radio equivalente al de una órbita planetaria, alrededor de una estrella, la cual permitiría a una civilización avanzada aprovechar al máximo la energía lumínica y térmica del astro.
Siguiendo la estela del pensamiento de Dyson, dos equipos de astrónomos, uno dirigido por Matías Suazo, de la Universidad de Uppsala en Suecia, y el otro por Gaby Contardo, de la Escuela Internacional de Estudios Avanzados de Italia, combinaron datos del satélite Gaia de la Agencia Espacial Europea con datos de sondeos infrarrojos desde telescopios terrestres y espaciales.
Las observaciones sobre más de diez millones de estrellas en nuestra galaxia han revelado misteriosos picos de calor infrarrojo que podría corresponderse con la existencia de esferas de Dyson, pues el exceso de calor infrarrojo es difícil de explicar mediante procesos naturales conocidos.
«La explicación más fascinante podrían ser las esferas de Dyson reales», dice Suazo. Su equipo detectó señales extrañas en siete enanas rojas a 900 años luz de la Tierra. Estas estrellas son más pequeñas y más tenues que nuestro sol, pero parecen hasta 60 veces más brillantes en infrarrojo de lo esperado. Este exceso habría sido causado por algo con una temperatura de hasta aproximadamente 25°C (77°F), consistente con lo que podríamos esperar de una esfera de Dyson o de un enjambre de Dyson (un conjunto de grandes satélites que orbitan alrededor de una estrella para recolectar energía).
Los resultados de Contardo son más amplios, con 53 candidatos encontrados entre estrellas más grandes a distancias de hasta 6500 años luz de la Tierra. «Ambos grupos de candidatos son interesantes», afirma, aunque no es concluyente. «Se necesitan observaciones de seguimiento para confirmar cualquier cosa».
Una posible explicación natural es que las estrellas están rodeadas por discos calientes de desechos que forman planetas, pero la mayoría de las estrellas encontradas por ambos equipos parecen demasiado viejas para que sea el caso. Otra posibilidad es que cada estrella podría estar frente a una galaxia distante que emite un brillo infrarrojo.
Las señales infrarrojas también podrían deberse a un proceso natural desconocido. «Podría ser algo que ocurre muy raramente, como que dos planetas choquen y produzcan una enorme cantidad de material», dice David Hogg, de la Universidad de Nueva York, que trabajó con Contardo. «Creo que lo más probable es que se trate de un fenómeno natural», añadió.
El telescopio espacial James Webb podría revelar si el calor infrarrojo proviene de material polvoriento natural o de otra cosa.
Fuente: New Scientist
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